P O É T I C A










SOBRE “POESÍA” EN GENERAL Y SOBRE LA POESÍA DE LUIS A. DÍEZ


Nacido en Zamora en 1956, escribe o trata de escribir “versos” desde hace años, pero lo que mayormente ha hecho ha sido leer guiado en esto por su solo gusto, información previa y entendederas y también por las noticias e informes que ha conseguido reunir de gentes con muchísimo más criterio y sabiduría que él.
Hasta el momento ha dado a la imprenta los siguientes libros de poemas:

79 sonetos . Madrid, José Esteban editor. 1995
Esquivo esqueje. Madrid, Jose Esteban editor 1997
Album de vaguedades. Madrid, José Esteban editor, 2002.
Embajadas del ocaso, Madrid, José Esteban editor, 2004
Cincuentena. Madrid, Varadero de ediciones, 2006.
A vueltas de tornas y días. Madrid, Varadero de ediciones 2009.

También se han publicado (Endymión, Madrid. 1994) una versión de una parte sustancial de la poesía en inglés de F. Pessoa ( Antínoo y otros poemas ingleses,) además de algunos pequeños trabajos de crítica y reseñas de libros en algunas publicaciones periódicas (Revista de libros, Revista de Occidente y algunas otras).

Digámoslo desde el principio: la poesía es para él, entre otras cosas, algo de lo que D. Antonio Machado intentó decir o sugerir con estos versos:

canciones ingenuas
de un algo que pasa
y que nunca llega.

Quiere esto decir que el arte de la poesía ( a la función y el “significado” de la técnica me referiré más abajo) es algo que, al mismo tiempo, no se sabe de dónde viene ni a qué y a la vez remite a algo misterioso y ancestral, algo que –como tantas otras cosas, la “Vida” o el “Tiempo” por ejemplo--- no sabemos propiamente qué es pero que siempre se repite y viene desde luego a decir, esto es, a hacer, y lo dice y lo hace ---inexcusablemente---haciéndolo vibrar en ritmo y en música, durante sólo un momento-----el que se tarda en decir en voz alta o en recitarse lo que el poema dice y a la vez hace--- para hundirse de nuevo en el silencio donde se extiende como un estertor. Y esto lleva a mi juicio a una consecuencia radical: creo, con G. Benn, que la poesía moderna (como “ideología” o como, si se prefiere una expresión más pedantesca y menos desprestigiada, “sistema de referencias simbólicas”) si de verdad es tal, esto es, “moderna” en el mejor de los sentidos posibles, funciona y a la vez está apresada entre la conciencia del vacío (del mundo) y el estigma del yo- –y el puente entre ambas instancias es, no podría ser otro—que la lengua misma:

Ob Rosen, ob Schnee, ob Meere
was alles erblüth, verblich,
es gibt nur zwei Dinge, die Leere
und das gezeichtnete Ich.

(Si las rosas, la nieve, los mares,
todo lo florecido se agostó,
sólo quedan dos cosas, el vacío
y el estigma del yo)
 

Mencioné antes la técnica: la poesía es ante un caso especial, casi podría decirse que una patología del lenguaje (en cuanto actividad o energía) y una violación o incumplimiento, casi necesariamente parcial, de la norma (sintáctica, semántica) de la lengua de que se trate; pero es también y ante todo ritmo, pues sin él no hay verso que valga (algo que dicho sea de paso parece haber olvidado buena parte de la poesía que se hace y se vende como tal desde por lo menos la época de las Vanguardias hasta hoy), y el ritmo, como es bien sabido, es sustancialmente juego con los fonemas, las sílabas, los tiempos marcados entre sílabas tónicas y átonas y la inversión de vez en cuando del acento de palabra respecto de la marca rítmica, si se quiere evitar un sonsonete algo maquinal, así como el juego y el manejo del timbre de las vocales –la asonancia, el más espléndido peculio de la tradición lírica castellana--- . Sin ritmo, repito, no hay propiamente “verso”, salvo, claro está, el meramente tipográfico, el que mayormente se da por ahí, y no lo hay por muy “desgarrador” y “poético” que sea “lo que se dice”.

Por lo demás, como muy bien decía Archibald Mcleisch, a un poema no se le puede pedir que “diga” tal o cual cosa, sino que simplemente (¡ ahí es nada!) sea:

A poem should not mean but be

¿Con qué se hace pues la poesía? Esta es sin duda una importante cuestión. Desde luego, no con “sentimientos”---y seguramente mucho menos aún con “buenos sentimientos” --- ni con “ideas”. Se hace por supuesto con palabras (y soy consciente de que desde la célebre anécdota de Mallarmé esto se ha convertido en casi un tópico) y por supuesto, y ahora ya al margen de toda pedantería, también con eso que llaman “sentimientos”, con la condición de que estos, sean lo que sean, estén funcionando en el poema y no tan sólo antes ni fuera (en la mente o en la imaginación del poeta por ejemplo. De ahí que, con toda lógica y justicia, un buen poema “conmueva”: el mejor expediente y método para saber si un poema funciona, esto es, vale la pena, es oír decir a un lector u oyente medianamente sensible algo como“esto lo había yo pensado y sentido muchas veces y no sabía cómo decirlo”. De lo que se desprende que la persona o personalidad del poeta es las más de las veces un estorbo y un engorro: cuando más se quite de en medio, cuanto menos se le vea y se le note, mejor, y menos torpe será también lo que componga.

Me parece que de lo dicho anteriormente se desprende que un buen poema no tiene por qué ser “misterioso”, “difícil” ni “hermético” ---algunos de los mejores logros de las vanguardias de los años treinta sí que consiguieron algo como una suerte de “hermetismo aparente” o “hermetismo diáfano”---; tiene que, con la mayor humildad y honradez, jugar con la lengua, respetar y al mismo tiempo rebelarse contra sus coacciones y leyes (en la sintaxis, en el significado de palabra etc) Por el contrario, algunos de los más insignes versificadores de estas últimas décadas parecen creer que cuanto más “hermético” mejor, y por ese camino lo único que a menudo se consigue es un balbuceo ininteligible o un galimatías inextricable.

Por lo demás, la poesía que uno trata de ir haciendo está decididamente en contra de toda pose o parafernalia romanticoide , de esa del poeta como ser especial, especie de vidente o tonterías por el estilo. El punto de partida ha de ser siempre la lengua tal como se nos da, y el sentido, el control racional del poema. Como decía Gabriel Ferrater –--el lugar es, lo reconozco, muy conocido y se ha citado quizá abusivamente—

Optimament, tot poema hauria d´esser clar, sensat ,lúcid, és a dir, en una paraula ,divertit.


Unas últimas palabra acerca de los modelos o las influencias: admiro y creo haber aprendido bastante, de entre los poetas últimos o contemporáneos ---dejo aparte ahora a los grandes clásicos en nuestra lengua y en otras hasta hace poco más o menos siglo y pico--- a, entre otros, Brecht, Benn, Celan, el citado Ferrater, Agustín García Calvo (sobre todo a este, del que creo que he medio aprendido a propiamente fabricar versos), Claudio Rodríguez, Valente, Gil de Biedma, F. Grande, Sarrión, Siles o Juaristi, citados un poco a bote pronto y sin delimitar ahora jerarquías bien definidas.