lunes, 8 de septiembre de 2014

ENCICLOPEDIA DE LOS HORRORES



Keith Lowe. Continente salvaje. Barcelona. Círculo de lectores.2012

      Quien se tome la molestia de leer esta espléndida monografía habrá aprendido, si no las sabía, por lo menos dos cosas: que la Segunda Guerra Mundial no acabó en 1945 y que es muy dudoso que Europa,como reza también la vulgata, haya sido alguna vez modelo de cultura y civilización.Pertrechado con un enorme arsenal de datos, estadísticas y bibliografía ( más de treinta páginas con mención de  ensayos y artículos en varias lenguas), índices onomástico y temático, una docena de mapas y unas treinta fotografías, algunas estremecedoras, el joven historiador británico ha conseguido urdir un estudio, si no exhaustivo, sí al  menos esclarecedor de la reciente historia de Europa.Y es que según él no había ningún libro disponible, en ningún idioma, ---aunque sí que haya una visión de conjunto del período, como Postguerra, una historia de Europa desde 1945, del prematuramente desaparecido  Tony Judt, al que el autor rinde tributo en la introducción---para los países del Oeste y los del Este, sobre las guerras civiles, procesos de limpieza étnica, deportaciones, masacres y todas las formas posibles de violencia política que asolaron el continente en 1945-49. Es muy de agradecer que haya tenido acceso a archivos hasta hace poco difícilmente accesibles, como los polacos, y que maneje y cribe los datos de que dispone con prudencia, poniéndolos en tela de juicio o matizándolos en mayor o menor grado si así lo aconseja el sentido común. Y no lo es menos que escriba en una prosa diáfana y elegante, literariamente eficaz y sin florituras innecesarias, aunque es de deplorar que en alguna ocasión se haga un poco pesado al recurrir a  demasiada recapitulación y anuncio de lo que va a tratar en el capítulo siguiente, pero en general no hay  digresiones superfluas que aparten de los asuntos esenciales, por otro lado perfectamente organizados y acotados.Advierto, por lo demás, que la lectura no siempre resulta grata porque hay pasajes que revuelven el estómago--y citaré como ejemplo alguno más abajo---

        Lowe parte del hecho del enorme estado de destrucción en que quedó el continente: cientos  de ciudades y miles de pueblos y aldeas fueron borrados del mapa, así como buena parte de las infraestructuras ferroviarias y de transporte por carretera, puentes, puertos fluviales y marítimos etc, amén de numerosísimos edificios de valor histórico o artístico (sobre todo en el Este). Y no menor resultó la destrucción espiritual:la diversidad cultural, en pueblos, costumbres y lenguas (otra vez mucho mayor en los países del Este) quedó gravemente dañada o desapareció para siempre luego de las múltiples deportaciones masivas y asesinatos por limpieza étnica, que acabaron con la memoria colectiva y la identidad anímica y cultural, y el consiguiente desarraigo, de millones de personas.


      Distribuido en cuatro partes con 28 capítulos, una introducción y una conclusión, (pp. 417-430), creo que ningún aspecto, por parcial o colateral que lo sea o parezca, escapa a la consideración de Lowe. La 1º parte se ocupa del legado de la guerra, sobre todo de las hambrunas, la destrucción moral, el caos casi generalizado y los intentos de reconstrucción por parte de los Aliados y algunas organizaciones internacionales como la Cruz Roja; la 2º, bajo el epígrafe de " Venganza", remite a la violencia contra mujeres y niños, la mano de obra esclava, los liberados de los campos, los prisioneros de guerra alemanes y los colaboracionistas ("El enemigo dentro", pp.179-198); la 3º  se refiere la limpieza étnica, que conocformas pavorosas sobre todo en Ucrania, Polonia y Yugoslavia, la violenta expulsión de la población alemana ---los  Volkdeutsch---de territorios y comarcas que habían habitado durante siglos y la huída de los judíos sobrevivientes ---aquí paradójicamente  a menudo entorpecida y torpedeada por los Estados vencedores---a Palestina o América; la 4º, en fin, versa en general, sobre los muchos procesos de  violencia política al interior de países como Francia e Italia (ocupaciones de fincas en el Mezzogiorno, intentos de rebelión comunista ahogada enseguida por la moderación de los PC oficiales posterior restauración del orden de la derecha)  o las verdaderas guerras civiles que se dieron en Grecia, Rumanía o las naciones bálticas.

        De particular interés me parecen las partes que el autor dedica a la compleja casuística de la colaboración,en relación con el mito compensatorio de la unidad nacional ( todos los gobiernos pretendían aliviar las tensiones nacionales presentando a sus pueblos respectivos unidos contra los nazis, pp. 187 y ss.) que acabó llevando, por distintos motivos ---poco interés de las potencias aliadas vencedoras, mantenimiento del aparato judicial en manos conservadoras cuando no descaradamente fascistas, como en el Sur de Italia, o porque la inmensa mayoría de la población había colaborado con el Reich, como en Austria--- al fracaso de la depuración, con la posible excepción de Noruega, en toda Europa. Y también a matizar otros de los grandes lugares comunes de la postguerra europea, como el de la unidad antifascista, que brilló por  su ausencia en todas partes, porque ocultas en el conflicto principal había otras muchas guerras locales, étnicas o de banderías políticas, o la idea, mucho más enraizada y duradera porque era políticamente muy rentable, de que la culpa de lo que había pasado residía exclusivamente en los alemanes:" si solo fueron ellos los que cometieron atrocidades contra nosotros, entonces el resto de Europa quedaba liberado de toda responsabilidad por las injusticias que había cometido contra sí mismo"(p.194). Con la consecuencia de que, al tratarse de procesos muy imbricados entre sí, a medida que empezaba a afianzarse el mito de que la culpa era solo alemana, el trato a los colaboracionistas dejó de ser cada vez más un asunto de justicia para parecerse, con la hábil manipulación de la derecha, a una especie de matanza de inocentes.

       Como para muestra  ---en este caso de la bestialidad y el sadismo--- bien vale un botón (como éste se citan en el libro docenas de episodios, y muchas veces, admite Lowe cautamente, es imposible saber si ciertos en todos sus detalles),voy a transcribir aquí lo que al parecer ocurrió en el campo polaco de Lambinowice (Lamsdorf, para sus antiguos ocupantes alemanes). Este antiguo campo de prisioneros de guerra volvió a abrir en julio del 45 como campo de trabajos forzados para civiles alemanes antes de su expulsión de la nueva Polonia. Un grupo de mujeres alemanas del cercano pueblo de Grüben ---rebautizado como Grabin en polaco---fue obligado por los guardias polacos  a exhumar una fosa común con cadáveres de  cientos de soldados soviéticos que habían muerto en su campo de prisioneros. Las mujeres no tenían guantes ni ninguna otra protección y era verano. Según el relato de un testigo, "cuando los cadáveres estuvieron al descubierto, obligaron a las mujeres y a las niñas a tumbarse boca abajo encima de esos cuerpos viscosos y repugnantes. Los milicianos polacos empujaban con las culatas de sus fusiles las caras de sus víctimas dentro de la descomposición infernal. De este modo, los restos humanos se metían en sus bocas y narices. 66 mujeres y niñas murieron a consecuencia de esta hazaña polaca" (p.173)


     

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