jueves, 6 de junio de 2013

ULTIMAS LECTURAS


Después de una buena temporada sin haber vuelto a poner manos a este blog, he aquí que decido volver a él con una especie de breves fichas de lectura o reseñas de algunas cosas de las que uno ha venido leyendo estas últimas semanas.



Félix de Azúa. Autobiografía de papel. Barcelona. Mondadori.2013.
Tras su Autobiografía sin vida, aparecida hace cosa de un par de años y reseñada al poco en este blog, sale a la luz ahora este ensayo. La primera impresión de lectura es que se trata de una especie de autobiografía intelectual pergeñada a partes iguales ---y ya comprendo que esto puede resultar muy contradictorio---con considerables dosis de retranca y autodistanciamiento irónico y no menos egolatría narcisista. Azúa es muy inteligente y posee caudalosas lecturas, eso es evidente y casi nadie en el mundillo literario español se lo niega, pero a mí me parece que escribe muy mal, quiero decir que escribe de un modo que a mí no me gusta demasiado, que no es por supuesto lo mismo pero a efectos prácticos, desde el punto de vista del lector que lee ante todo por placer, viene a resultar algo muy parecido.Aclaro de todos modos que al decir que escribe muy mal me refiero más que nada a sus novelas y su poesía.
De las primeras creo que no he podido leer más allá de las iniciales cuarenta páginas de ninguna de ellas y solo recuerdo con placer la magnífica presentación, paródica y cruel, que hace del personaje de Gabriel Ferrater al principio creo que de Momentos decisivos . De su poesía baste decir que está sencillamente en los antípodas de mis gustos y querencias y que además me cuesta trabajo el reconocerla como tal, quiero decir como poesía: hastal tal punto la falta de cualquier atisbo, en casi todas sus piezas, de ritmo y musicalidad, junto con la vorágine de la elusividad y la obsesión hermético-culturalista, que degenera a menudo en una especie de mantra conceptuoso y cuasiininteligible, me tira para atrás. Recuerdo sin embargo uno de sus versos, no sé de qué poema ni libro, que me parece espléndido, porque además ocurre que le salió un perfecto hexámetro: el sol, opaco como el ojo de un mulo muerto. De todos modos él mismo ha abandonado ya su cultivo, convencido ---según afirma en este libro y en lo que creo que no le falta cierta razón---de la inutilidad e inanidad de la poesía de hoy, en España y en cualquier sitio, en comparación con los grandes maestros del XIX y del XX y de la imposibilidad para ella de competir con la Ciencia como intento de visión y explicación del mundo.
Otra cosa distinta son sus ensayos, que leo con placer y provecho, entre ellos este que aquí considero y que no dejo de recomendar, aunque tampoco me fascine como estilista: esa prosa fría y analítica, tallada como a martillazos y con demasiados existir y totalidad  (¿cómo se puede optar por un terminacho abstracto como éste y escribir cosas como La totalidad de la población cuando se puede decir simplemente toda ?), aparte de que parece incluso olvidar a veces el régimen preposicional de los verbos ( Insisto por última vez que la mercantilización...---pág.77). Da incluso la impresión ---si es que esto fuera por un acaso de verdad posible, que no lo es, pero lo digo casi como una broma---de que piensa en una mezcla de francés y catalán, por mucho que su lengua materna sea el español y su comercio lingüístico cotidiano se haga con los parámetros  de ese castellano-barcelonés (como lo llamó en su día Badía Margarit) de buena parte de la burguesía de su ciudad natal, aún más que hoy en los años precisamente, los de su adolescencia y juventud, en los que Azúa se formó como escritor.
Pero bueno, tampoco hay que exagerar. Este ensayo no es desde luego nada desdeñable sobre todo si se tiene en cuenta lo que se escribe y publica hoy en español. Azúa recorre su vida de homme de lettres y su trato con los, sucesivamente, cuatro principales géneros litrarios que ha tocado, poesía, narrativa, ensayo y lo que él llama periodismo, en rigor hoy ya casi indistinguible de la novela y el ensayo. Con la poesía se despacha a gusto (y con el ambiente de militantismo y politiquería de fines de los sesenta) y cuenta con mucho regodeo las circunstancias---pero esta es historia muy conocida--- de la operación de la célebre Nueve novísimos de Castellet y de los manejos de los Barral, Gil de Biedma y compañía. A este respecto es de agradecer que transcriba completa (pp.51-53) la célebre diatriba contra JRJ de este último, de 1960 y en Veinte años de poesía española, diatriba que yo nunca había visto entera y de la que solo conocía la puya final de mezquino y malicioso señorito de casino de Huelva. Biedma dice ahí algo muy agudo, algo que cualquiera que se haya puesto a hacer versos intuye y siente de inmediato si es un poco honrado y sincero: que la incapacidad ( que tanto se da entre los sedicentes versificadores, añado yo) para hacer que la voz que habla en los versos lo haga contra las propias emociones y sentimientos de la persona del poeta es la marca indeleble del poeta menor, esto es, de la mala y prescindible.
Azúa analiza luego la novela a la luz de la recepción en España de los vanguardistas ---inevitable---hispanoamericanos y, tras los necesarios guiños admirativos para con el maestro Benet, despacha de un plumazo la propia producción novelística hasta Ultima lección a modo de inmaduros y pretenciosos pecados de juventud . Se detiene luego un tanto en sus novelas posteriores, las que ha urdido a partir de Cambio de bandera, a las que atribuye un intento consciente de tematizar lo que llama "la representación del desencanto", intento del que no dice si le parece logrado hasta algún punto o no. A mí  se me ocurre que se trata de novelas ensayísticas, demasiado aherrojadas y sujetas a la pretendida demostración de una tesis previa y, como tales, novelas fracasadas.
La segunda mitad del libro me parece notoriamente más jugosa y rica, más puntillosa y penetrante. Azúa ve el ensayo, la prosa periodística (y en las últimas páginas también los blogs y los textos archivados en las webs)  y en general la "cultura" de estos tres últimos decenios como manifestación de la absoluta banalidad y mercantilización del mundo ( que todo es ya mercancía ya lo sabíamos muchos, pero él lo argumenta con ingenio y sentido del humor). Después de ajustar las cuentas con los utopismos del tipo de Mayo del 68 (hay que decir que un poco tarde, y de todos modos a estas alturas eso es demasiado facilón de hacer), entra en la consideración de la "democracia total" (como llama al actual régimen dominante en los países ricos,  y en realidad en casi todo el mundo ya, salvo en China y en Corea del Norte, pero todo se andará) y su modo de afianzamiento y dominación (la locura tecnológica, Internet y todo lo demás) que se basa según él en la venta universal de la felicidad:" La felicidad es una abstracción bancaria que se vende como una promesa de bienestar permanente"--pág.105---A hacerse cargo del surgimiento de esta democracia total se han dedicado con mayor o menor fortuna a su juicio sus artículos de prensa  y ensayos desde El aprendizaje de la decepción---para mi gusto y junto con el Diccionario de las Artes lo mejor que ha escrito. El verdadero y radical cambio que se estaría operando, en fin, en nuestro mundo, es el traído por aquel recién llegado, "un monstruo nacido después de dos guerras mundiales y una revolución catastrófica y del que no tenemos ni idea de cómo va a desarrollarse" ---pág. 169---, monstruo que apoyándose en la Red y en las redes, puese que devenga a corto plazo ---está empezando ya a hacerlo--- en la más completa y monstruosa dominación, control y manipulación de masas que haya conocido la Historia. Me parece bastante razonable y verosímil: en los más miserables y apartados suburbios del Tercer Mundo todo cristo ---igual que aquí--- está enganchado a un ordenador o un móvil o como mínimo a la televisión. Pues eso: saque cada cual las  consecuencias que quiera.