sábado, 17 de marzo de 2012

PALAZUELO SOBRE LA DESDENTADA


Doy aquí un par de poemas más de entre los versos inéditos que dejó mi malogrado amigo Palazuelo. Creo haberlo conocido bastante bien y sé, por las muchas horas de conversación que pasé con él, de hasta qué punto la muerte era una de sus obsesiones, aunque no se pueda decir que hablara demasiado del asunto. Más de una vez me confesó, no obstante, cómo la pálida poblaba muchos de sus frecuentes insomnios y cómo se enfrentaba a ella tratando de esquivar esa especie de terror metafísico frío , aun a sabiendas de que en este terreno es imposible toda racionalización, jugando a autoengañarse mediante el recurso a la iconología, la música y la poética: le fascinaban las alegorías y las representaciones medievales sobre las Danzas de la muerte ,así como las Misas de difuntos de Tomás Luis de Victoria y de Sebastián Burón, las consideradas obras cumbres, en este género musical, del Renacimiento y Barroco español respectivamente, y le gustaba recitar, por ejemplo, el soneto de Borges sobre el grabado de Durero (Ritter, Tod und Teufel) que principia "Bajo el yelmo quimérico el severo/perfil es cruel como la cruel espada..." y el titulado Ewigkeit , cuyo primer cuarteto reza " Torne a mi boca el verso castellano/ a decir lo que siempre está diciendo/ desde el latín de Séneca, el horrendo/ dictamen de que todo es del gusano", composiciones que parecían provocarle una especie de tranquilidad y consuelo.Los mismos que quizá le procurarían, me atrevo a suponer, estos dos poemas suyos. El intento de descripción, entre objetivada y distante, del primero contrasta con la resignación y la implícita declaración de impotencia del segundo, en el que al menos, ya que la voz poética se declara ahí incapaz de escapar del miedo, se confía en que ella, la pálida ( a la vez que se reconoce, un poco contradictoriamente, la inanidad de toda retórica racionalizadora) venga ahorrándose todo su aparato de señales y anuncios.
Los versos, por lo demás, me parece que tienen, tanto en su imaginería ---en la que no dejan de resonar algunos ecos del antecitado Borges, sobre todo en el primero de los textos--- como en su bien urdido juego de encabalgamenientos, una más que aceptable dignidad.


I
Debe de ser quizá algo parecido
a un huir hacia adentro
hundiéndose en el mismo corazón,
hasta todo anegarse
en la raíz desnuda de los tuétanos,
o puede que algo como
no más que irse cayendo
hacia una sequedad atroz, tan solo
plena de su vacía inmensidad sin techo,
cuando la sangre se abandona y suenan
los penúltimos pálpitos
como un lejano eco
asordado y fijos,
clavados para siempre
los ojos entreabiertos
a una luz cegadora que arrebata,
seca y dura, a un abismo
hormigueante de larvas y de élitros;
sí, dura y seca como la arista de la nada,
la sombra y la ceniza,
nuestra muerte desnuda y necesaria,
nuestro íntimo centro.

II

Porque bien sabes cómo
su esencia verdadera
es el miedo y poder que se le otorga
a la aún no venida
que en el futuro acecha,
no quisieras tú nunca
rendirte más a ella,
a esa oscura corola tenebraria
que en tu interior se inflama amenazante
como quiste fatídico
y, al cegarte, te lleva
a que de negro tintes
el coagulado llanto de los días
y a la resignación, acre y misérrima,
de tener que esperar la hora y el momento
en que ella comparezca,
al arrimo de luz de sus hachones
y de sus sombras tétricas:
rendirte a un miedo de esa manera convertido
casi en segunda piel
hasta esparcir cristales por tus venas;

pero desearías que otra planta
clamara desde el mismo corazón
y en ti enraizara y floreciera
al calor de la magia del acaecer puro,
pura revelación de aquí y ahora
diciendo la mentira de sus fechas,
aunque, ay, si eso no puede ser ni darse
y de eso desesperas,
que al menos se te diera conjurarla
para que a traición venga y sin ninguna de esas
señales que la anuncian tan certera;

para que --- aún menos ---
puedas algún momento liberarte de aquella
nostalgia de la nada y sueño sin orillas,
la retórica jerga
que sirve solo para
hacer la jeta de la dama un poco
menos omnipotente y más discreta.

martes, 6 de marzo de 2012

UNA FÁBULA SOBRE LA BONDAD

Hidalgo Bayal, Gonzalo. Paradoja del interventor. Barcelona. Tusquets. 2010.

Esta breve novela del escritor extremeño Hidalgo Bayal, primera de las suyas que he leído, me ha interesado y divertido tanto por lo insólito y original de su asunto como por la evidencia de la voluntad de estilo que la anima, visible en lo cuidadoso y bien meditado de su escritura. Un personaje innominado, hombre de apariencia y aspecto anodino, viaja en tren con destino a nunca se sabrá dónde ni para qué y en una estación intermedia se baja para tomar un café y llenar una botella de agua. Ha dejado todas sus pertenencias a bordo, se entretiene un poco más de lo necesario y pierde el tren. Desesperado, pregunta por el interventor pero nadie sabe darle razón de él. A partir de esta leve anécdota inicial, de ese momento en que las puertas del destino se abren a lo imprevisible y al que el autor apunta con una sugerente metáfora ( "Hay veces en que un mínimo instante supone una fractura total en la inmensidad del tiempo, un tajo limpio y vertical en la superficie marina y endeble de la eternidad", pág.13-14), el hombre será siempre para los demás "el interventor" y vivirá una neblinosa pesadilla de incomunicación y abandono que solo habrá de acabar al final en los abismos de la aniquilación y la insignificancia.

Dividido en 68 parágrafos o fragmentos sin titular y sin un solo punto y aparte,morosamente descriptivo, sin apenas diálogo y de ritmo muy lento en su progreso, el relato, por lo demás muy rico en elementos simbólicos (el mensaje en la botella de agua, el fuego purificador ), parece ser a la vez una fábula metafísica sobre la soledad y una meditación sobre la bondad natural, si es que tal cosa puede de veras concebirse y si constituye algo más que un mito roussoniano, y acierta a crear una atmósfera de alegoría kafkiana, de la primera a la última página ---incluso con referencias explícitas:"No era como el pistolero que pretendía saldar cuentas, ni como el detective que sigue la insidia de una huella delatora, ni siquiera como el agrimensor que pregunta por el camino del castillo", pág. 24---,tanto por el impotente conformismo del protagonista como por la opacidad e hiriente arbitrariedad de los poderes que lo tiranizan.

Una serie de personajes, casi todos de la familia moral del principal, algo ridículos por la obsesión o manía que los caracteriza o del todo insignificantes por la aplastante resignación e inanidad de sus vidas, acompañan al interventor, como comparsas o contrafiguras, en esta fábula: el muchacho de la taberna, hosco y metomentodo, fijado al recuerdo del río donde lo llevaba a bañarse de niño su madre y herido por el temprano abandono de ésta, que sueña compulsivamente con conocer el Mississipi en un intento patético por recuperarl; los gemelos, afilador y guardagujas, a quienes una lesión genética hace quedarse sordos, como a todos sus ancestros varones, justo el día en que cumplen los 49 años; el viejo, cariñoso y locuaz vendedor de barquillos, que se toma su humilde oficio con la prosopopeya de un sacerdocio vocacional; el pobre diablo, bebedor de vino barato en su ronda diaria por las tabernas, que se cree Cristo reencarnado y cuyo discurso es un empedrado de citas evangélicas contrahechas; el trapero que aprendió en la mili el arte de pelar la fruta con cuchillo y tenedor, que hizo una demostración de tal habilidad en una ocasión ante la mujer del comandante, a la que secretamente deseaba y al que, para rememorar, muchos años después, su momento de gloria, no se le ocurre otra cosa que obligar de vez en cuando a una muchacha mendiga a oficiar como figurante muda mientras él hace el numerito de la fruta; la joven prostituta prematuramente envejecida y cada vez más degradada, a la que se presenta en términos tiernamente elegíacos; la pandilla de vándalos y macarras juveniles que arruinan con sus ruidos y voces el mísero sueño del interventor cuando pernocta en un coche abandonado, y algunos más.

Hay algo, en la coloración moral del adjetivo, en la disposición misma de la descripción, que recuerdan un tanto el mundo del Alfanhui de Ferlosio (así en el pasaje sobre los pájaros y la libertad, págs. 37-38, o más claramente aún en la digresión de las 42-45 acerca del tiempo como puro acontecer en el ahora y liberado por eso mismo de la tiranía del futuro) y algo del mundo de Benet en otros sitios, sea porque se juega con el motivo, tan caro al escritor madrileño, de la desdicha y la ruina como único destino ( en el pasaje de la pág. 64 que empieza "Así como un tronco seco a la vera de un camino se pudre indefinidamente y es morada de parásitos...") o sea por el recurso a parecidos arabescos sintácticos y a acumulación de subordinadas( en el de las 109-110 acerca de los efectos corrosivos de los bulos y las habladurías que principia "Tal vez fuera por entonces o desde luego no mucho más adelante....")

Llega a cargar un poco, en fin, en esta prosa, diríase que demasiado preciosista o un tanto forzadamente literaria, la sobreabundancia de adjetivos, aunque a veces dé con alguno inesperado ("un paredón expresionista", pág.18, "una condena siniestra, temporal, ferroviaria", pág. 19), a menudo insertos en series de cuatro o cinco sinónimos contextuales :" desaseado, desastrado, sucio, maloliente", pág. 101, "magullado, oscuro, herido, sucio y hambriento ",pág. 124) y cierto abuso de recurrencias y paralelismos (como en 149-150) y esto es me parece casi lo único que podría decirse en contra de esta novela por lo demás tan llena de hallazgos, excelencias verbales y felices metáforas ( "como si minuciosos alfileres hubieran grabado sobre él un imaginario periplo de anatomía en acerico"--pág.31---, " una voz sobria y gastada, con posos de herrrumbre en las vocales ---pág. 136--- )