jueves, 16 de junio de 2011

LAS TRAMPAS DE LA LÓGICA: PESSOA Y EL BANQUERO ANARQUISTA




Pessoa, Fernando. El banquero anarquista. Valencia. Pre-textos. 2001. Traducción y prólogo de Jorge Gimeno.



Este relato, brillante y provocador, fue uno de los pocos escritos que el autor vio publicado en vida, en 1922, en la revista Contemporânea, aunque, según explica el autor de la traducción en el prólogo de la edición que manejo, Pessoa estaba muy interesado en volver sobre la obra, y de hecho lo hizo, incluyendo algunas correciones e interpolaciones con vistas a una nueva versión que no alcanzó a ver la luz al sobrevenirle la muerte en 1935. Dichas interpolacionesasí como los primeros párrafos de una versión inglesa que iba a hacer el propio Pessoa, aparecen como apéndice, pese a que no suponen, creo, cambios sustanciales para el sentido general del texto.



El banquero, plutócrata y estraperlista especulador ---y es difícil no pensar hasta qué punto las premisas de las que parte y su manera de racionalizar el statu quo se parecen muchísimo a lo que nos cuentan todos los días los voceros y propagandistas del llamado neoliberalismo globalizador practicado hoy por el gran capital internacional--- trata de convencer a su interlocutor, mediante una sarta silogística de premisas y conclusiones , no solo de que no hay contradicción alguna entre su condición de gran capitalista y su ideología de anarquista, sino de que el verdadero anarquismo es el por él practicado, mientras que los que pasan por tales no son sino traidores a la causa y falsificadores del espíritu de la mística ácrata.



Lo sibilino y sofístico del razonamiento se muestra en que, dice el banquero, puesto que no puede haber sociedad natural ( lo cual constituiría una contradicción en los términos , toda vez que lo social es por definición sinónimo de artificial o, como él dice, de ficción social, como lo es coherentemente toda institución, el Estado, el matrimonio, la familia, el dinero etc), es decir, en su lenguaje, anarquista, toda vez que lo único de verdad natural es la soberanía del individuo o, dicho en términos más bastos, la procura por sí o el egoísmo, y como todo intento de implantar por la fuerza una ficción social nueva resulta absurdo, porque supondría cambiar un Amo por otro parecido, lo más razonable, lo menos, podríamos decir, antinatural, sería la adecuación o amoldamiento a la situación existente, por cuanto es a la que estamos más acostumbrados.



Ahora bien el problema estriba en de dónde se saca la certeza absoluta de que mi "bienestar", "comodidad" o mi "instinto de conservación" sean naturales o de que lo personal ---contra toda evidencia, incluso etimológica, y más en nuestro autor, que llevaba lo personal en el apellido y cuya vida y literatura fueron una negación de la idea misma de verdad e identidad---- también lo sea, y por qué habría de no ser la del individuo o personalidad tan ficción social como las demás. Que lo en verdad "natural" sea el egoísmo --- y tan arbitrario sería suponer que lo fuera el altruismo, como pretendían los teóricos de la bondad innata del hombre---recuerda un tanto las gratuitas imaginerías acerca del homo economicus que tanto enfatizaron los fundadores de la llamada Economía Política, Stuart Mill y Ricardo entre otros, o ciencia que primero se dedicó a racionalizar el entonces naciente capitalismo. A este respecto no puede uno menos que recordar el proverbio aquel de Antonio Machado, que algo deja entrever de la ambigüedad misma de las nociones de egoísmo y altruismo y acaso de lo vano de sus distinción: "¿Todo para los demás?/ Llena primero tu jarra,/ que ya te la beberán".



El mismo gusto por la paradoja, el sofisma y la trampa lógica se encuentra por doquier en el texto: ¿cómo liberarse para siempre de la tiranía y la coección del dinero? Pues simplemente teniendo mucho: "y cuanto mayor era la cantidad en que lo adquiriese, más libre estaría de su influencia" (pág 75). Por eso, cuando el banquero empieza a enriquecerse, no repara en medios, según dice, esto es, hace lo mismo que tan justamente critica en el revolucionario leninista y en el jesuíta, para los cuales el fin justifica los medios. Este es uno de los pasajes, el que compara el Estado soviético con un colegio de jesuítas, sin duda más brillantes del panfleto, como lo es también aquel en que nuestro banquero predice--págs. 50-51-- con aguda anticipación en qué iría a dar al cabo de los años la implantación del socialismo real, aunque hay que reseñar que el relato no se libra al mismo tiempo de caer en los más sobados y graciosos tópicos reaccionarios, como cuando afirma--- pág. 99--que lo que ha llevado a tantos intelectuales a la ideología comunista haya sido el puro esnobismo o su afición por el "amor libre" (sic), que solo atrae a "impotentes" y "onanistas".



Me parece que sería un error leer El banquero...con arreglo a las categorías políticas usuales de izquierda/derecha o progresismo/reaccionarismo (por otra parte ya muy desgastadas y las más de las veces de fronteras muy difusas) aunque no estoy muy seguro de que el escrito se pueda calificar de simple broma ; no obstante, parece obvio que el lisboeta debía de sentir una repugnancia instintiva por todo lo que oliera a gregario, a colectivo , que le venía probablemente por rechazo de la educación recibida, por imposición de su más íntima conformación psíquica y por su animadversión hacia la tradición judeo-cristiana y a esa especie de mundanización de la trascendencia religiosa que es la idea de progreso. Por ello se encontraba muy a gusto en esa atmósfera intelectual elitista y aristocratizante de los años veinte y treinta en la que militaban desde Spengler a Keyserling o el Ortega de La rebelión de las masas.