jueves, 14 de abril de 2011



NOTAS DE LECTURA: CHAVES NOGALES




Chaves Nogales, Manuel. La agonía de Francia. Barcelona, Libros del asteroide, 2010.




Es difícil escribir acerca de un libro que ha concitado tan unánimes elogios y ditirambos, me temo que en parte porque se ha visto al autor como una especie de adelantado, en una época en que hay que reconocer que esto no dejaba de tener su valor, de la hoy casi universal religión de la Democracia.




Compuesto en 1940, en los difíciles momentos en que el autor se las apañaba para conseguir escapar de la Gestapo, cosa que conseguiría al instalarse en Inglaterra, en donde moriría poco después, se editó en Montevideo en 1941 y no se reeditó hasta el año pasado, aunque ya un poco antes tanto el autor como sus obras --perfectamente desconocidos durante todas esas décadas por bien sabidas razones -- habían sido reivindicados primero por Andrés Trapiello en Las armas y las letras y luego por otros.


Se trata de un vibrante y apasionado reportaje, en una prosa ágil y precisa que no condesciende nunca al adorno preciosista y a eso que su paisano Cernuda llamaba con retranca bonitura en el decir, no tanto sobre la sorprendentemente rápida capitulación de Francia ante la Alemania hitleriana en los inicios de la Segunda Guerra Mundial, sino más bien sobre la crisis moral , el hundimiento de la nación y de la civilización francesas, para Chaves quintaesencia del liberalismo, el progreso cultural y los valores democráticos, ante los embates del totalitarismo fascista.




Dos son las ideas directrices, verdaderos leitmotiv que guían toda su exposición y que se repiten un tanto machaconamente a lo largo del libro: la de que la democracia y el liberalismo no fueron los causantes de la derrota y la decadencia de Francia sino más bien al revés, que fue precisamente el déficit de la una y el otro en los momentos decisivos lo que provocó la ruina, y la de la incuestionable superioridad moral y espiritual de la democracia frente a las dictaduras, ideas harto razonables cuya pertinencia Chaves se esfuerza en demostrar desde múltiples puntos de vista y todo indica que manejando información fiable y conocimiento de los hechos.




En la disección de esta derrota de Francia no deja Chaves prácticamente títere con cabeza, pues tan entregada --viene a concluir--estaba una gran parte de su sociedad, lo mismo sus capas dirigentes que los sectores populares, a la inercia y la decadencia morales, al derrotismo y a la secreta admiración por los nazis, que en verdad hacían aquella inevitable. Describe, así, la cobardía y la doblez de la mayor parte de la clase política, la trahison des clercs perpetrada por no pocos intelectuales, que los llevó a "negar su propia esencia y repetir con pavorosa inconsciencia los gritos de guerra del hitlerismo" (pág. 89), la corrupción del aparato militar, inoperante, caótico y sin moral de combate, el egoísmo y rapacidad del gran capital financiero, la inercia y frivolidad de la aristocracia y el entreguismo y la desidia de la mayoría de las masas populares, en las que hacía fácil mella la propaganda hitleriana. Sorprende, sin embargo, el elogio que hace de la grandeza y la honradez de algunos políticos, sobre todo Daladier y De Gaulle, y de la capacidad de sacrificio y la disciplina del proletariado, sobre todo de sus cuadros y militancia comunista, porque aceptó el aumento de jornada laboral decretado por el gobierno, aunque tampoco se priva, y con razón, de ponerlos de vuelta y media en otros pasajes (estaba muy fresco y presente el nefasto pacto Molotov-Ribbendropp) por su política catastrófica y sectaria.


Me parece que Chaves ve con excepcional lucidez, por ejemplo, el juego de las diplomacias y precarias alianzas que saltaría luego hecho pedazos por el pacto entre Hitler y Stalin y también la culpa que tuvo el proverbial nacionalismo francés, el fondo chovinista y patriotero tan enraizado en la patria de las libertades civiles, en la permeabilidad a la propaganda nazi y en el surgimiento en el imaginario popular de un inconfesable automatismo proalemán.


Hay varios puntos que me han llamado especialmente la atención, tras la lectura del libro, escrito sin duda con coraje y no poca honestidad intelectual. Uno es la inquebrantable fe del autor en la democracia parlamentaria, que llega a ser casi un poco conmovedora--- y no estoy muy seguro de si se puede medio comprender, habida cuenta de las excepcionales circunstancias que vivió tan de cerca, la Guerra Civil ante todo--- . Otro, el eco inequívocamente orteguiano de algunos de sus razonamientos---tampoco era tan ingenuo Chaves como para no desconfiar de las masas---- así en la pág. 62:" (...) la única verdad de la decadencia de las democracias radica en el hecho indudable de la rebelión de las masas, el gran fenómeno de nuestro tiempo, provocado no por un afán de superación multitudinario, sino por un desencadenamiento diabólico de los más bajos instintos". Y otro, en fin, el hecho de que Chaves parezca creer a veces en algo como las virtudes terapéuticas y purificadoras de la guerra (una idea particularmente siniestra); así, el la pág 120, criticando el a su juicio exceso de celo del mando militar francés por ahorrar vidas ( que es, reconoce inmediatamente antes, "una de las virtudes principales de los jefes") dice:" en las circunstancias en que la guerra se planteaba este sistema había de ser fatal porque solo el baño de sangre inevitable y terrible que la guerra exigía hubiera limpiado a Francia de la podredumbre ideológica que la consumía".




Lo mejor que se puede decir de este libro, en fin, es que, pese a su fe y su insistencia un poco cansina en las grandes palabras (Democracia, Liberalismo, Civilización) nunca perdió de vista dónde estaban los dictadores. Y no es poco.










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